Generalidades:geografía
e historia geológica
Lo que actualmente constituye el Edo. Sucre perteneció,
durante la Colonia, a la Provincia de la Nueva
Andalucía, cuya capital era Cumaná. En sus orígenes geológicos
fue parte de una gran isla rectangular, que se prolongaba en
sentido este-oeste desde la actual isla de Trinidad hasta el
Estado Lara. Esa tierra afloró del
océano a fines del Cretáceo hace 65 millones de años y
medía unos 1.000 km de largo por 100 km de ancho. Estaba
surcada, en sentido longitudinal, por dos o tres líneas de
fallas, demarcadas al presente por la cubeta del lago de
Valencia y el curso del río Tuy, y al norte por el valle
del Guaire, que corresponde, en línea recta, con la
ensenada del golfo de Barcelona, la fosa y el golfo de
Cariaco y la falla de El Pilar.
Esa larga tierra primigenia había emergido del mar de Tetis
por la presión y fusión de dos placas continentales
contiguas, como son la placa del Caribe y Norteamérica, que
se desplazaba en sentido suroeste-noreste, y los
sedimentos acumulados al norte del Escudo Guáyanos.
Con el paso de los milenios y los millones de milenios, lo
que antes era una larga isla plana y cenagosa se fue
elevando hasta volverse una serie de altiplanos escalonados,
de los cuales el norteño alcanzó las mayores alturas, que
eran más pronunciadas hacia la parte central. Los ríos que
la surcaban fueron excavando valles cada vez más profundos;
hacia ellos se despeñaban numerosas cataratas, y en su
fondo el agua formaba varios lagos. Al mismo tiempo que las
tierras se elevaban, aumentaba el proceso de erosión, que
fue acumulando una gran cantidad de detritos hacia el sur y
contribuyó así a la formación de los Llanos.
Sucedió luego un espantoso cataclismo, con su foco en lo
que es hoy la fosa de Cariaco, en el golfo de Barcelona,
debido tal vez a la filtración masiva de las aguas
superficiales o de un yacimiento petrolífero a través de
alguna línea de fallas, hasta alcanzar el magma
incandescente, lo cual habría provocado una explosión
apocalíptica, que originó el golfo de Barcelona, produjo
muchos derrumbes y hundimientos y con sus ondas sísmicas
agrietó la gran isla original con una serie de fallas
transversales, que fueron abriendo brechas entre las tres
estructuras primitivas. Entonces se separó en el oeste, a
través de la falla de Las Trincheras, lo que hoy se designa
como Macizo de Nirgua. Se hundió en el océano todo el
tramo entre Cabo Codera y la península de Araya, y los ríos
Unare y Ne-verí, que antes fluían hacia el Orinoco,
torcieron sus cauces hacia el norte. En otras partes, las
cumbres de las tierras sumergidas afloraron en forma de
islas e islotes; entre estas, todo el macizo oriental, entre
Araya y Paria y, al sur, las montañas de Bergantín,
Turimiquire y Cocollar. Se formó, igualmente, la isla de
Trinidad, que entonces se separó del continente para
siempre. De su antigua pertenencia a Tierra Firme dan fe,
además de la análoga orografía y la flora común, también
el hallazgo en Trinidad de enormes herbívoros fósiles, típicamente
continentales, como, por ejemplo, el Cuvieronius hyodon y el
Megatherium americanum (Ochsenius, 1980).
No fue esa la única catástrofe responsable de la actual
configuración de las tierras orientales. Al contrario, es
una opinión generalizada en las costas de Cumaná y
Margarita, que el cataclismo que produjo el golfo de Cariaco
tuvo lugar en tiempos bastante recientes. Los indígenas
conservaron su recuerdo hasta fines del s.XV, y se refiere
que en la época del tercer viaje de Colón, los Guaiqueríes
le hablaron al almirante de ese terrible desgarramiento de
las tierras, con irrupción del océano, como de un
acontecimiento no tan lejano en el tiempo. Esa invasión de
las aguas en el pasado, tuvo que ser mayor que en la
actualidad, cuando parece prevalecer la formación de
tierras nuevas. En efecto, el cerro donde se encuentra el
castillo de S. Antonio, a cuyos pies se agrupa la ciudad de
Cumaná, fue antes un islote, que se conectó a tierra firme
por los aluviones del Manzanares, al sur, y la resaca del
mar al norte y al este. La misma Batería de la Boca, que en
1791 había sido emplazada a orillas del mar en lo que fuera
la fortaleza de San Carlos, en 1800 ya se hallaba muy tierra
adentro.
El Edo. Sucre en general, desde el punto de vista geográfico,
consta de tres porciones netamente diferenciadas, como son:
la larga y angosta parte montañosa norteña, constituida
por las penínsulas de Paria y Araya, que corre en sentido
este-oeste por unos 265 km de largo y 8-12 km de ancho y cae
abruptamente al mar casi sin formar playas; la parte montañosa
del sur, nucleada por las vertientes septentrionales de las
montañas de Bergantín, Turimiquire y Coco-llar; y por último,
las extensas llanuras formadas por los aluviones de
caudalosos ríos orientales y los caños del Orinoco.
Alejandro deHumboldt, quien realizó el primer .estudio de
la geología de la región a fines de 1799, dice que la península
de Araya (junto con la isla de Margarita) son las
cordilleras primitivas, mientras las alturas de Bergantín y
Cocollar solo muestran rocas calizas, de formación
secundaria. En la primera cordillera, añade, aparecen
esquistos micáceos hasta más o menos el meridiano de Carúpano,
y a partir de allí, hacia el este, existe yeso laminar,
caliza compacta y otras rocas de formación secundaria, que
son características del eslabón meridional.
Además de ser diferentes geológicamente, estos dos
sistemas montañosos difieren en superficie y en altura. En
efecto, mientras la cadena de Araya-Paria ocupa un área de
4.000 km2, la de Bergantín-Cocollar se extiende sobre unos
10.000 km2. En cuanto a las alturas, en la porción norte se
alcanzan los 1.371 m en el Cerro de Humo, al noreste de
Irapa, mientras en el sector sur casi se duplica
El gran científico anadia que esa serranía primitiva de
Araya, en tiempos pasados, tuvo que constituir una unidad
con el ramal norte de la Cordillera de la Costa -lo que él
llama "montañas de la Silla de Caracas"-, y con
las montañas que, más allá de la Boca de Dragos, se
elevan en el norte de la isla de Trinidad. Notó también
que, mientras el ramal norte de la Cordillera de la Costa
era más alto que el ramal sur -cadena del Interior-, en
cambio en Araya la cadena de montañas primitivas era más
baja que las montañas de Bergantín, Turimiquire y
Cocollar, que son la prolongación natural del ramal sur
-del Interior- de la Cordillera de la Costa. esa cota, ya
que varias cumbres pasan de 2.000 m, y se llega a los 2.596
m en el cerro Turimiquire (el Cucurucho)
Entre las dos porciones montañosas de Araya y Bergantín
pasa, en sentido este-oeste, la falla geológica de El
Pilar. Está marcada por las grandes lagunas de Cam-poma y
de Putucual o Buena Vista3 y una línea de manantiales de
aguas sulfurosas y termales, que brotan en diferentes puntos
de un terreno agrietado por los terremotos, y en particular
la Tierra Hueca, entre Cariaco y Casanay.Sin embargo, es
particularmente notable un ramal de unos 300-400 m de alto
que desde las montañas del sur se dirige en ángulo recto
hacia la serranía de Araya al este de Cariaco y a caballo
de la falla de El Pilar. Lleva el nombre de Sierra de
Meapire, o Cerro Grande de Cariaco,
A Humboldt le llamó la atención la circunstancia de que en
el golfo de Cariaco, a unos 30 pasos de la costa norte,
brotara un manantial de petróleo, circunstancia de lo más
extraordinaria, si se piensa que sale de la roca primitiva
misma, que es la que encierra el fuego subterráneo. En
cambio, encontró perfectamente normal que en el valle de
Cumanacoa, antiguo fondo de un lago que desaguó hacia el
noroeste a través del Manzanares, se hallaran "fémures
gigantescos pertenecientes a elefantes de una especie
extinguida." Estos paquidermos fósiles, por cierto,
serian llamados, en su honor, Mástodon humboldtii, y se
hallaron también en la isla de Cuba.
3 Refiere Humboldt que en su tiempo eran todavía
frecuentes, en la montaña virgen que rodeaba la laguna de
Putucual, las grandes boas que los indios chaimas llamaban
guaimas, a las cuales atribuían fabulosamente un aguijón
bajo la cola.
Embates sísmicos catastróficos, ha impedido que las aguas
del golfo de Paria se unieran a las del golfo de Cariaco.
Sin la existencia de ese dique rocoso, muy probablemente la
península de Paria-Araya sería en la actualidad una isla más
en el mar de las Antillas, y hubiera corrido la misma suerte
de la actual isla de Margarita, que en el lejano pasado
estaba unida a Tierra Firme a través de la península de
Chacopata y de una lengua de tierra, cuyas alturas máximas
estaban constituidas por lo que hoy son las islas de:
Caribes, Lobos y Coche. Esta posibilidad es tanto más real,
en cuanto que la península de Paria es un reborde montañoso
de la placa continental del Caribe, y por lo tanto geológicamente
diferente de las tierras más al sur.
No dejará de ser interesante, al respecto, recordar que
cuando Cristóbal Colón en 1498, en su tercer viaje, tocó
tierra en Macuro y luego corrió la costa hasta la punta de
Araya, no sabía si estaba bordeando la Tierra Firme o una más
de las islas Antillas, como lo eran Cubagua, Coche y la
Margarita, descubiertas en el mismo viaje. Solo dos años más
tarde, cuando Pedro Alonso Niño y sus hombres vieron
venados en Curiana, o Coro, se dieron cuenta de que estaban
en Tierra Firme, pues venados no se habían hallado en
ninguna de las Antillas hasta entonces descubiertas.
Por otra parte, aunque los indígenas americanos nunca antes
habían visto por sus tierras esos extraños
"venados" relinchadores que montaban los europeos,
investigaciones geológicas más recientes demostraron que,
durante la era terciaria, los antepasados fósiles de los
caballos modernos pacían en las sabanas y terrenos
anegadizos de la Venezuela primordial. En la actualidad, en
cambio, una porción de esos "inútiles" terrenos
pantanosos que se extienden al sur de la península de
Paria, sustentan saludables rebaños de búfalos.
A pesar de la afirmación anterior, llama la tención el
nombre de la isla de Coche, voz cumanagota que significa
"venado". La razón de ese nombre, sin embargo,
puede deberse no tanto a la circunstancia de que en ella
hubiese venados -que no los había- sino a las dos puntas
occidentales, que a los navegantes indígenas les recordarían
los cuernos de un venado matacán. |